Hablamos del malestar emocional en lenguaje médico, palabras como estrés, depresión, ansiedad, bipolar o fobia son cada vez más comunes, aunque en la mayoría de los casos no se utilizan para designar un trastorno psicológico. Hoy prácticamente nadie reconoce estar triste, pero muchos afirman estar deprimidos, los nervios antes de hacer un examen han entrado en desuso a favor de las extendidas “crisis de ansiedad, y así podríamos poner un sinfín de ejemplos.
Esta tendencia social, bien podría reflejar una mayor conciencia y apertura en torno a la mal llamada “salud mental”, lo que conduce a una mayor búsqueda de ayuda y tratamientos psicológicos.
Sin embargo, también plantea otras cuestiones como: ¿estamos patologizando los problemas emocionales normales? ¿Estamos hundiéndonos en una medicalización de la salud mental?. En ese caso, la popularización y malinterpretación de las trastornos psicológicos podría conducir a sobrediagnósticos y prescripciones innecesarias, además de banalizar un problema muy serio de salud.
Es probable que nunca antes en la historia de la humanidad hayamos disfrutado del nivel de bienestar actual, al menos una parte de la población. Sin embargo, eso no ha erradicado el sufrimiento, más bien parece haberlo aumentado. En los últimos años, el consumo de antidepresivos y psicotrópicos se ha disparado en Occidente en todas las franjas de edad.
No cabe duda de que las nuevas generaciones no se sienten bien. Sin embargo, quizá ese “me siento mal” se está expresando en términos medicalizados. La vida contemporánea plantea innumerables conflictos y retos, pero lo mismo podría decirse del ser humano a lo largo de toda la Historia. Parte de la condición humana siempre ha sido reconocer que somos seres vulnerables y dependientes.
Entonces, ¿por qué los nervios se conviertes en ansiedad y la tristeza se transforma en depresión?
Quizás el lenguaje popular se está medicalizando en exceso. Las palabras que usamos para identificar lo que nos ocurre son importantes porque pueden terminar dando forma a como nos percibimos en el mundo. No conocer las diferencias entre la tristeza y la depresión puede hacer que confundamos estos estados convirtiendo en patológico algo que es una respuesta completamente normal.
¿Nunca te ha llamado la atención que si necesitamos tomarnos un descanso del trabajo porque estamos agotados mentalmente, el Sistema está diseñado de forma que sólo podemos “descansar” recibiendo una baja del médico de familia, ya sea por una enfermedad de origen físico o psicológico?. Nada legitima más una enfermedad que un parte de baja médica extendido por un profesional con bata blanca, “no es que esté agotado, es que tengo ansiedad”
El resultado, es que hemos etiquetado un sufrimiento que es inherente al ser humano al afrontar determinadas vicisitudes del hecho de vivir con un lenguaje sanitario. En la sociedad del cansancio y las prisas, nuestros problemas cotidianos se han convertido en trastornos.
Además, las personas podríamos estar recurriendo en exceso a lo sanitario, porque muchas veces no encontramos otro lugar donde expresar nuestros problemas. Antes, ese malestar se canalizaba a través de la comunidad, del grupo de amigos, la familia o incluso los espacios laborales, pero el avance de una sociedad occidental individualista que pone el foco en la productividad y la rentabilidad ha relegado a un segundo plano la relación estrecha con el otro.
En un mundo de relaciones líquidas y postureo en las redes sociales, cuando necesitamos consuelo, validación emocional, acompañamiento o comprensión, no podemos encontrarlo en las redes de apoyo convencionales, de manera que recurrimos al médico, que se limitará a diagnosticar un padecimiento.
El problema es que, al recibir una etiqueta diagnóstica, como puede ser la depresión o la ansiedad, muchas personas comienzan a considerar que tienen un problema dentro de sí, de manera que generalmente dejan de preguntarse qué les hace sentirse mal. Como ya tienen respuesta, dejan de cuestionarse qué les pasa. Este es el principal problema que acarrean los diagnósticos rápidos realizados por personal no capacitado o que siguen los dictámenes de las grandes farmacéuticas.
No sé si existirá algún estudio que lo avale, pero para mi es cuanto menos curioso que hace 12 años el medicamento más consumido por las personas que acudían a terapia conmigo tras pasar por el sistema público sanitario fuese el Prozac, después entró con fuerza la combinación de fluoxetina y lorazepam, y últimamente al tanden anterior se ha unido la Sertralina. ¿Nos enfrentamos a una epidemia generalizada de depresión e insomnio, o es que estos medicamentos son viables para cualquier tipo de psicopatología?.
España es el pais del mundo donde se toman más psicotrópicos; las plazas convocadas para psicólogos clínicos (PIR) en hospitales públicos españoles en 2023 fueron menos de 250; no existe la figura del psicólogo en atención primaria; y las consultas privadas de psicología no son accesibles económicamente para parte de la población.
Lo miremos por donde lo miremos, no sólo hacemos un mal uso del lenguaje sanitario aplicado a malestar emocional, sino que además todo sistema está diseñado para medicalizar ese malestar emocional en lugar de normalizarlo como parte del sufrimiento que conlleva el hecho de estár vivos. Y además, incluso cuando realmente nos encontramos con trastornos psicológicos(que no son enfermedades físicas), las respuesta más rápida(aunque inadecuada) y barata (a corto plazo) es la pastilla.
Obviamente, la salud mental es un tema complejo, por lo que no existen respuestas sencillas o soluciones universales. Cuando una persona se siente mal, es importante que pida ayuda. Pero debemos recordar que la medicalización excesiva de los problemas emocionales puede tener consecuencias tan negativas como la falta de atención a trastornos genuinos de salud mental.
Los problemas estructurales de la economía y los fracasos relacionales a nivel social no pueden ser resueltos recurriendo únicamente a soluciones personales e individuales. Las experiencias de inseguridad y desesperanza, así como los cambios sociales vertiginosos y el aumento de la violencia están correlacionados con una mala salud mental. Sin embargo, los problemas sociales no se resuelven medicalizando a una sociedad, sino dándoles las herramientas para que puedan hacer frente a sus retos de manera equilibrada y reflexiva.
¿Hacen falta más psicólogos y psiquiatras? Sin duda. ¿Son la solución? No. Y tampoco debería serlo. Hay que entender la causa de ese malestar y sufrimiento para tomar medidas a nivel macro que solucionen esas cuestiones, no limitarse a recetar fármacos para tolerar mejor situaciones de vida que en realidad son intolerables y que se tienen que cambiar.
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Karina Cabrera (lunes, 13 mayo 2024 19:28)
Coincido contigo Ana sin lugar a dudas todo lo queremos remediar con medicación pero debemos reconocer q algunas personas no son capaces si queira de pedir ayuda o darnos cuenta q se necesita un acompañamiento psicológico y un apoyo de tu tribu tu familia tus amigos para salir avante. La medicación puede ayudar pero nos volvemos dependiente sumándole que aquí en México es tabú todavía la depresión. Las exigencias sociales y laborales son muchas que no nos hemos permitido tomar un tiempo.